domingo, 11 de mayo de 2008

José Cerdeira: "Egeria, viajera y escritora"

Con motivo del día de las letras gallegas, la revista de la Xuntanza de Galegos Alcobendas publica un artículo sobre la que fue la primera escritora gallega conocida. Egeria vivió en el siglo IV, fue por tanto contemporánea de Prisciliano y quizá hasta seguidora suya, y viajó desde Occidente a Tierra Santa dejándonos una valiosa crónica de su viaje. Reproducimos aquí este artículo con la intención de difundir el conocimiento sobre quien fue nuestra primera escritora y viajera conocida.
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Ver también: Prisciliano

GALLEGAS UNIVERSALES
El Itinerarium Egeriae


En aquel año del Señor de 381, el grandioso Imperio Romano estaba regido por dos co-emperadores: el uno, llamado Graciano, se encargaba de Occidente desde su corte romana, mientras el otro, de nombre Teodosio y nacido en Hispania, dirigía la parte oriental del Imperio desde la ciudad de Constantinopla, ocupándose en ese momento de que un gran concilio condenara la herejía arriana, algo lamentable cuando los dos emperadores eran ahora católicos.


Eran años tranquilos en los que la famosa pax romana estaba garantizada por unas fronteras todavía seguras, bien vigiladas por las poderosas legiones imperiales. Las espléndidas calzadas que unían a las provincias con Roma permitían los viajes seguros, y las matronas romanas habían alcanzado un grado tal de libertad que les permitía emprender largos y exóticos viajes, impensables incluso en épocas muy posteriores. Eran, pues, tiempos propicios para viajes y peregrinaciones que muchos, y muchas, no dudaron en aprovechar.
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Mientras tanto, en ese año del Señor de 381, un misterioso gallego llamado Prisciliano (obispo, hereje y mártir, entre maniqueo y gnóstico, con tufos de viejos cultos druídicos) era condenado al destierro por el emperador Graciano y marchaba a Roma y Milán para pedir la intercesión de sus obispos (Dámaso y Ambrosio respectivamente). Fruto de sus gestiones fue la momentánea revocación de su condena, lo que sólo serviría para exacerbar las iras de sus enemigos... y conducirle, cuatro años más tarde, al martirio.
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Y en ese mismo año, una gallega llamada Egeria, quizá monja quizá virgen, partía hacia oriente para visitar los Santos Lugares. Nada sabemos de su itinerario de ida, nada del de su vuelta (si es que volvió) pero sí sabemos de los tres años que pasó recorriendo los lugares bíblicos: montes, iglesias, desiertos, tumbas y eremitorios... porque ella misma nos lo dejó escrito. Estuvo en el Sinaí, en el monte Nebo, visitó Harrán donde la Biblia nos sitúa a Abrahán, en Edessa para hablarnos de su rey Abgar y de su correspondencia con Jesús de Nazaret (¿recuerdan “La Hermandad de la Sabana Santa”?), estuvo en Jerusalén, y en Antioquía y, claro está, en Constantinopla donde ya era “imperator” el último de los grandes, el español Teodosio.
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El Viaje de Egeria no fue conocido hasta muy recientemente. Fue en 1884 cuando el investigador italiano Gian Francisco Gamurrini encontró en una biblioteca de Arezzo unos viejos folios que habían sido copiados en la abadía benedictina de Montecasino. Del legajo faltaban los capítulos iniciales y finales y alguna hoja suelta en medio. Gamurrini comprendió la importancia de su descubrimiento y procedió a editarlos tras un primer análisis de urgencia.
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Se relataba allí, en primera persona, los viajes de una grande y desconocida mujer por los múltiples lugares bíblicos, su retorno hasta llegar a Constantinopla y una descripción detallada de toda la liturgia jerosolimitana a la largo de los distintos ciclos litúrgicos del año. Faltaba la primera parte en la que, cabe pensar, se describiría el viaje de ida, y una final en la que la venerable dama debió continuar su peregrinar por Asia Menor y su posible retorno a Occidente.
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De los estudios de Gamurrini parecía deducirse que la gran viajera debía ser una dama acomodada, de mediana edad y miembro de alguna comunidad primitiva de religiosas con unos votos que hoy desconocemos (a ellas se dirigía con el apelativo de venerables hermanas). En los escritos, narrados en forma epistolar, hay un párrafo en el que la autora compara la impetuosidad de la corriente del río Éufrates con la del Ródano, lo que condujo a pensar en que su origen debería buscarse en la Galia (la autora sugerida por el investigador italiano para la entonces llamada “Peregrinatio” fue una tal Silvia de Aquitania).
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Sin embargo, por esas fechas se dio a conocer una epístola del abad Valerio del Bierzo (escrita a comienzos del siglo VII y recogida por el P. Flórez en su monumental Historia Sagrada) en la que, con tono ampuloso, loa el viaje de una monja llamada Egeria quien, surgida en el más remoto litoral del mar Océano occidental... y ...cuando la sagrada religión irradiaba al fin con luz crepuscular en el extremo de esta región occidental y tras múltiples dificultades, pudo llegar hasta los sacratísimos y anhelados lugares del nacimiento, pasión y resurrección del Señor. Las afirmaciones anteriores junto con una frase que la propia Egeria pone en boca del obispo de Edessa (...ya que te has tomado la molestia de venir hasta estos confines desde las tierras más apartadas... en el litoral del mar océano...) y algunas otras consideraciones de tipo lingüístico hicieron escribir al francés Marius Ferotin su célebre artículo Le veritable auter de la “Peregrinatio Silviae”, la vierge espagnole Etheria (Revue des questions historiques, Nº 30 (1903), un texto que se considera definitivo para el asunto de la autoría del códice. Evidentemente, si Egeria era española y procedía del litoral del mar Océano y del extremo de esta región occidental (dicho desde el Bierzo), no podía ser sino gallega.
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También la grafía de la autora del Itinerario fue muy debatida prefiriéndose en un principio el nombre Etheria o Aetheria, que parecía relacionarse con lo celestial, al de Egeria que, por coincidir con el nombre de una ninfa romana, tenía una connotación más pagana. Sin embargo, razones de tipo lingüístico han llevado a que hoy en día se prefiera la grafía Egeria, nombre constatado, por otra parte, repetidamente en la Galicia de finales del siglo IV.
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Monja o no, lo cierto es que Egeria tenía que ser una mujer con una situación económica envidiable pues en ningún momento muestra preocupación por los asuntos pecuniarios y, además, va rodeada de un séquito que ha hecho pensar a algunos autores en que pudiera ser familia del propio emperador Teodosio. En todo caso, Egeria es una mujer sencilla y humilde, que escribía en un latín coloquial y que tenía una buena formación e información sobre los lugares que visitaba. Su curiosidad, siempre relacionada con asuntos religiosos, era tan alta que no dudaba en soportar las mayores dificultades con tal de poder acceder a cualquier lugar santo y su interés por la liturgia jerosolimitana fue tal que describió uno por uno y de forma exhaustiva los oficios religiosos de todo un año litúrgico.
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Egeria es la primera escritora gallega de la que tenemos noticia, la primera escritora española cuya obra llegó hasta nosotros y la primera europea que escribió sobre Tierra Santa. Antes de ella sólo un aquitano desconocido (el “Peregrino de Burdeos”) nos había dejado algo escrito sobre un recorrido semejante, pero su itinerarium, a diferencia del de Egeria, no es sino un simple “miliario”, una sumaria enumeración de postas y distancias.
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Pero, los gallegos somos así, a pesar de este primer testimonio de una peregrinación tan lejana (sin duda, el primer libro de viajes, todo un primer clásico español) y de ser la primera mujer en Occidente que tal escribía, ¿quién conoce a Egeria? ¡Un poco de justicia!
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